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jueves, 25 de enero de 2018

La toma de Zacatecas, la batalla que marcó el triunfo de la revolución mexicana.


Por diversas circunstancias, esta batalla fue la más importante de la revolución mexicana en su periodo constitucionalista, tanto por los efectivos que participaron, cuyo número oscilo entre los 40 y los 50 mil hombres; por las bocas de fuego de su artillería; por las medidas estratégicas que se tomaron por ambos mandos, y por el número de víctimas que causo y que ascendieron, en término medio a 12 mil muertos.

Desde el punto de vista político, prácticamente los campos de batalla de Zacatecas se convirtieron en la tumba del régimen espurio de victoriano Huerta, y marcaron el fin de una administración que se distinguió por el modo en que se atropellaron todos los derechos del ciudadano mexicano.


23 de junio, al amanecer el general Olea quien lo dice, fui despertado por el incesante tronar de los cañones de la Bufa y el Grillo; eran como las cinco y media cuando
me dirigí al Grillo, pasando antes por la estación donde recibí un mensaje del general Medina Barrón que me decía fuera a detener la retirada de Argumedo en Santa Clara, pues dicho general no obedecía órdenes. Mandé inmediatamente uno de mis ayudantes a que lo hiciera estarse en sus posiciones, pero ya era inútil; el enemigo, en número muchísimo mayor, se le echaba materialmente encima.



Seguí violentamente hasta el Grillo, en donde observé que todos nuestros fuertes estaban seriamente atacados por numerosas fuerzas enemigas... Nuestras baterías de la Bufa y del Grillo se empeñaban en ametrallar las grandes masas de hombres que se acercaban cada vez más a Santa Clara y que arrollaban a los soldados de Argumedo, que no pudiendo resistir se retiraban poco a poco, unos por la cañada que va a la plaza y otros por las veredas que van a la Bufa.



El enemigo ocupó esta posición y rompió un intensísimo fuego sobre la Sierpe y el Grillo, contestandoles en igual forma. Las fuerzas de Argumedo fueron casi aniquiladas.

Más tranquilos, los jefes revolucionarios se aprestaban para el ataque. Felipe Ángeles refiere: "Despertamos tarde; me afeité, me bañé y cambié de ropa interior; nos desayunamos, montamos a caballo.




Fuimos a ver al general Ceniceros para señalarle su misión en el combate. El y Gonzalitos tomarían el cerro de la tierra negra, vecino de la Bufa, bajo el amparo del fuego de las bate-rías de Saavedra. Raúl Madero tomaría el cerro de la tierra colorada (el de Loreto), bajo el amparo de las baterías de Jurado, al mismo tiempo que atacarían por la derecha las tropas que vendrían con el general Villa.“Dejamos los caballos al abrigo de las balas, y pie a tierra avanzamos a las ruinas de la mina de La Plata. Nuestra artillería había desaparecido de sus posiciones primitivas para tomar otras invisibles y muy próximas al enemigo; tres baterías (el grupo de Jurado), fueron colocadas dentro de los corralones de las ruinas de la mina de la Plata; una de Saavedra, próxima a esas ruinas, sobre el llano, pero detrás de la cresta de una pequeñísima eminencia y frente a la Bufa; otra en la extrema izquierda, también frente a la Bufa y bien cubierta, detrás de una cresta; la tercera batería del grupo de Saavedra continuaba en elcerro alto de Vetagrande.



Toda la artillería revolucionaria en apoyo a su infantería "El enemigo debe haberse sorprendido de la desaparición de nuestras baterías, emplazadas dos días sin combatir; su cañón callaba, pero las balas de fusil silbaban como mosquitos veloces de vuelo rectilíneo" A las diez debía comenzar la batalla todos en sus puestos y a empezar a las diez en punto. Por allá, en la dirección de Hacienda Nueva, se oyó el primer tiroteo. Ahí venía el general Villa. "Los veinticuatro cañones próximos, emplazados entre Vetagrande y Zacatecas, tronaron. Las entrañas de las montañas parecieron desgarrarse mil veces por efecto del eco. Y las tropas de infantería avanzaron sobre el monte esmeralda que cubría las lomas. Por el lado de San Antonio, allá por la alta meseta, y por la Villa de Guadalupe, tronaban también cañones y fusiles, y silbaban millares de proyectiles; las montañas todas prolongaban las detonaciones.



De Zacatecas, del Grillo, de la Bufa, del cerro de Clérigos y de todas las posiciones federales tronaban también las armas intensificando aquel épico concierto. "El ataque general se inició a las 10 horas de la mañana, comenta el general Abraham Oros, destacando el empleo estratégico de la artillería, avanzando la infantería apoyada por la artillería villista, de tal manera que ésta logró llegar a las trincheras enemigas sin que la infanterí federal pudiese reaccionar ofensite. Toda la artillería revolucionaria se dedicó a apoyo de la infantería sin designarse misiones de contra artillería, en tanto que la artillería federal contestaba el fuego intentando desorganizar el avance de la infantería villista y tratando de acallar a la artillería del general Felipe Angeles. El fuego revolucionario protegía el avance de sus infantes a manera de barrera rodante mientras la infantería federal permanecía oculta y sin poder hacer uso de sus armas.


En su primer ataque, efectuado a espaldas de la bufa, los revolucionarios lograron tomar en breves minutos la primera de las posiciones federales que caerían en ese día. Esta referencia nos la dan los generales Cervantes y Angeles. Mucho antes de las diez de la mañana, la infantería de los primeros puestos entablaba la con versación del fuego con el adversario, y la artillería enemiga desde el Grillo y la Bufa lanzaba por encima de nosotros a una caballería que se descubría, avanzando a sus posiciones, la andanada rugiente de sus shrapnels. Momentos antes de las diez de la mañana la infantería, impaciente, rompe y arrecia el fuego de sus fusiles; y a las diez en punto, primero irregularmente, después en conjunto, nuestra artillería comienza a resonar. El punto principal a donde dirige sus fuegos es el cerro colorado de Loreto, que bate para proteger el asalto de la infantería.



Esta avanza valientemente, desaloja al enemigo de la trinchera de la falda de dicho cerro, aguarda el nuevo efecto de nuestra artillería que no se hace esperar logrando alejar a los hombres en la cúspide y pronto, con los primeros dragones que siguen al abanderado, éste hace erguir la enseña tricolor que ondea alegremente sobre el fortín del cerro de Loreto, primera posición importante arrebatada al enemigo. Al iniciarse este asalto, el valiente y joven general Trinidad Rodríguez perdió la vida. La toma de Loreto tardo 25 minutos. 

Las granadas enemigas comenzaban a explotar en nuestra dirección, pero muy altas y muy largas... Otras caían detrás de nosotros, tal vez tiradas sobre la más próxima batería de Saavedra...; zumbaban y estallaban en el aire lanzando su haz de balas, o rebotaban con golpe seco y estallaban después, lanzando de frente sus balas y de lado las piedras y tierra del suelo: era aquél un huracán trágico y aterrador. “Volví a mi observatorio primitivo desde donde percibía el efecto de las baterías que batían el cerro de la tierra colorada: el cerro de Loreto. Quizá allá en la tierra colorada removida nuestras granadas soplarían también su huracán trágico; pero vistas por nosotros causaban una impresión de regocijo, aunque (después de los primeros minutos) parecía que caían sobre parapetos y trincheras abandonadas, porque los puntitos negros que primero se agitaban sobre la roja tierra ya habían desaparecido. “i Mire usted a los nuestros, ¡qué cerca están ya del enemigo! Vea usted, la banderita nuestra es la más adelantada...

Las piezas alargaron su tiro, y nuestros infantes se lanzaron al ataque precipitadamente. La banderita tricolor flameó airosa en la posición conquistada. Eran las diez y veinticinco minutos de la mañana continuando la ofensiva revolucionaria cuando el cerro de Loreto ya es nuestro, la lucha se singulariza en el cerro de la Sierpe. El general Angeles ordena que la artillería avance y ocurre, al galope, al teatro de este nuevo pasaje épico. Poco después, a medio camino, se encuentra al señor general Villa que venía también al galope en busca del general Angeles..., se saludan los dos jefes y dialogan; el general Villa preguntan do por la artillería para desalojar al enemigo de la Sierpe y el general Angeles asegurándole que ya había ordenado que aquélla avanzara. 

Para las 11 horas, las fuerzas revolucionarias en el cerro de Loreto iniciaron su ataque sobre la Sierpe al mismo tiempo que se reunían los generales Villa y Angeles con sus respectivos estados mayores, lo cual atrajo el fuego enemigo sin consecuencias, ordenando el general Villa que la artillería cambiara de emplazamiento para obtener mejor apoyo a las tropas de primer escalón, traslado que ya había ordenado el general Angeles, mientras en el resto del frente los villistas obtenían éxitos de significación. "Era llegado el momento de cambiar de posición, hacer el reconocimiento y decidir nuevo emplazamiento del grupo de baterías de Jurado. Encontramos al general Villa; venía en su poderoso alazán requiriendo la artillería para establecerla en Loreto.

En Loreto la lluvia de balas era copiosa, ¿de dónde venía? iQuién sabe!, tal vez de todas partes; pero no se pensaba en tirar sobre ese enemigo misterioso; toda la atención se concretaba en apoyar el ataque de la infantería del general Servín que ascendía por los flancos de la elevada Sierpe y a punto de ser rechazada. Todas nuestras tropas de Loreto tiraban sobre la cima de la Sierpe, sin que la ayuda a Servín pareciera eficaz.

El general Villa hizo colocar una ametralladora que abrió su fuego también sobre la Sierpe, sin que tampoco ella facilitara el avance de Servín.

Por fin llegó un cañón y luego otros, al mando de Durón. El primer cañonazo resonó alegremente en los oídos nuestros y muy desagradablemente en los de los defensores de la Sierpe... y al cabo de quince minutos el enemigo comenzó a evacuar la posición; nuestra banderita tricolor flameó en la cima...



Y como ésta domina el Grillo, su toma fue el segundo paso para la conquista de la más fuerte posición del enemigo. Los cañones serían utilizados en la misma posición para tirar hacia el Grillo; había que pasarlos al frente en un o limitado hacia el enemigo en una de las casas eran utilizables como cañoneras. Pero de ese lado de las casas soplaba un huracán de muerte; las balitas de fusil zumbaban rápidas y las granadas estallaban estruendosamente.



Pocos cuerpos se quedaban erguidos, pocas frentes se conservaban altas o por un muro en arco de círculo que tenía haber "Detrás de las casas había un amontonamiento desordenado de soldados, de caballos, de carruajes, de artillería con los tiros pegados, pero sin sirvientes ni oficiales.

Costó mucho trabajo conseguir que reaparecieran los tenistas y los oficiales y que éstos condujeran los cañones al patio de que se ha hecho mención, pasando por un camino estrecho, muy visible del enemigo y perfectamente batido por su artillería. Menester fue hacer uso del revólver y revestirse de la más feroz energía.



"Bajo el mismo impulso que movió la artillería avanzó también la parte de nuestra infantería que se había rezagado; avanzó con el dorso encorvado y quiso ponerse al abrigo del muro circular de donde la empujamos hacia el enemigo, mostrándole el ejemplo del resto de la infantería nuestra que se batía mil metros adelante. Era interesantísimo el seudo avance de esa nuestra infantería rezagada: parecía que soplaba delante de ellos un viento formidable, que muy a su pesar oblicuaba su marcha y la hacía retroceder cuando quería avanzar.



¡Queridos soldados del pueblo, obligados por deber a ser heroicos, cuando sus almas tiemblan y sus piernas flaquean!"' El general Felipe Ángeles formula un balance de los resultados de la campaña, particularmente respecto del empleo de la artillería que marcha tacto de codos con la infantería para apoyar su avance, neutralizando a las infanterías enemigas: En el desarrollo de la acción, qué corrección y qué armonía en la colaboración de la infantería y la artillería. La artillería obrando en masa y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba conquistar la infantería, pues apenas si se empleaba una batería como contrabatería, y la infantería marchando resueltamente sobre la posición cuando la neutralización se realizaba. 




¡Qué satisfacción la de haber conseguido esta liga de las armas, apenas iniciada en San Pedro de las Colonias con Madero y Aguirre Benavides después del desconcierto de Torreón, ganada a fuerza de tenacidad y bravura! ¡Y haberla realizado con tanta perfección, al grado de que todo el mundo sienta la necesidad de esa cooperación armónica!"




Martín Luis Guzmán pone en boca de Pancho Villa los conceptos que vierte en estas palabras "Al fuego nuestro contestaban desde la Bufa y el Grillo las piezas enemigas, aunque sin logro para su ánimo de parar nuestro avance, pues se desbarataba la infantería de ellos bajo los fuegos de nuestros cañones que sus baterías buscaban acallar, y la infantería nuestra, protegida de aquel modo, adelantaba en su ataque, y ya estaba encima de las posiciones enemigas cuando acudían ellos a contenerla. Y eso mismo se volvía a hacer y luego otra vez.



Quiero decir que las granadas de nuestros cañones iban estallando siempre por delante de nosotros, según avanzábamos, con lo que nos barrían de embarazos el campo, o nos lo preparaban... Aquel enemigo no entendía, o no apreciaba, la mucha pericia nuestra en el empleo de los cañones.



Porque ellos tenían los suyos encaramados en tan altas posiciones que no conseguían disparar contra los hombres nuestros que avanzaban, sino sólo hacia nuestra retaguardia, donde tronaba nuestra artillería, o más allá"

Hasta estos momentos, las huestes revolucionarias avanzan, pero trabajosamente y a costa de numerosas bajas. Angeles atiende las indicaciones de Villa, comisiona a Cervantes y envía órdenes a sus artilleros, atiende peticiones de Raúl Madero, y está al pendiente, ahí donde se atacan los objetivos inmediatos.

"El general Raúl Madero pedía tropas frescas para lanzarlas al asalto del Grillo... Por seguir el ataque en la dirección del Grillo, casi desde el principio me vi precisado a abandonar mis baterías que atacaban en dirección de la Bufa "Envié al capitán Quiroz la orden de que abandonara el cerro alto de Vetagrande y se trasladara al Grillo. Creí seguro que mientras tardaba Quiroz en trasladarse, el Grillo caería en nuestro poder... Todo iba bien por aquel lado; la colina de la tierra negra fue tomada desde luego y ahora sus soldados se batían con los de la Bufa.



Mandé avanzar una de las baterías de Saavedra a la colina que está a la espalda de la tierra negra, desde donde se veían admirablemente Zacatecas, la Bufa y el camino de Zacatecas a Guadalupe.



"Algunos simpatizadores de la Revolución. Demasiado curiosos, sin Llegar a cuatro, nos aventuramos antes de las once del día con dirección al centro de la ciudad. ¡Después de nosotros, ni un civil transitaba sus calles...Triste aspecto aquél de una población sin moradores! "Curiosos, inexpertos y simpatizadores de la Revolución nos mirábamos unos a otros, tratando, sin conseguirlo, de darnos cierta importancia, sobre todo cuando pasaban cerca de nosotros algunos grupos de soldados rezagados y oficiales, ebrios de aguardiente y de pavor.



"Un espectáculo impresionante pudimos ver desde luego: las escalinatas de un templo llamado La Santa Escuela estaban llenas de velas encendidas, asemejando así un altar de creyentes en plena vía pública, y un puñado de sufridas soldaderas, hijas del pueblo, oraba por la vida en peligro de sus juanes. 



Unas lo hacían de pie y otras de rodillas. Un acto más que severo nos pareció aquel hecho. Sentimos por él absoluto respeto y siguiendo nuestro camino no intentamos la más leve interrupción. "La tempestad de proyectiles arreciaba cada vez más, y las escuelas oficiales, convertidas en hospitales de sangre, empezaban a recibir heridos provenientes de los puestos avanzados o de combate."



Porque en los cerros las acciones bélicas continuaban. "Por allá lejos-dice Ángeles- del otro lado de Zacatecas, entre la Bufa y el Grillo, se veían tropas, seguramente nuestras, que se habían apoderado de una casa blanca y de un gran corralón adjunto. Probablemente eran las tropas de Herrera, Chao y Ortega. Cerca de nosotros había unos infantes rezagados, de esos que siempre tienen pretexto para quedarse atrás "La batería de Saavedra se emplazó en la nueva posición y abrió fuego sobre la Bufa." Con la apreciación particular derivada de haber sido oficial federal, Ignacio Muñoz opina sobre la que considera causa de la derrota del ejército huertista. Sin duda, la victoria revolucionaria se produjo básicamente por factores de tipo militar; no obstante, su testimonio merece consignarse porque los hechos que expone influyeron en el desarrollo de los acontecimientos

"Pero la verdad, la terrible verdad-relata es que la plaza de Zacatecas cayó porque el alto mando dispuso torpemente que fueran distribuidas entre las tropas de las trincheras centenares de cajas de tequila, mezcal y otras bebidas fuertes, producto del desenfrenado saqueo a que se dedicaron el día 21 los colorados de Argumedo y Rojas.
Llegaban las cajas a las trincheras, las abrían los soldados a culatazos, y rompiendo la boca de las botellas contra las piedras apurabarn febrilmente el contenido, ávidos de embriagarse. Se adujo como razón que era necesario levantar el ánimo de nuestras tropas "En el fortín Cinco Hermanos que yo mandaba entregaron veinte cajas de aguardiente. Ordené que las abrieran contra las piedras de nuestro parapeto.



Los soldados me veían con disgusto Esta era otra consecuencia de la descabellada disposición del alto mando. Los oficiales del ejército federal teníamos que luchar contra el absurdo criterio del jefe, la rebeldía de nuestras tropas y el furor de nuestros adversarios. Las tropas de la federación habían perdido la mayoría de sus posiciones estratégicas en las montañas circundantes de la codiciada plaza y, como consecuencia, la lucha se iba acercando a los barrios de la capital.

"Ni la nariz podían asomar los curiosos encerrados en sus residencias para ver algo de lo que estaba ocurriendo, a menos de exponerse a recibir una bala, cuya abundancia al caer la tarde era incalculable.



En los improvisados hospitales se desarrollaban muy penosas escenas pues los heridos, soldados y oficiales del ejército federal, temerosos de ser rematados por los triunfadores prontos, trataban de abandonar sus camas, encarándose resueltamente con los médicos y enfermeras, éstas últimas también improvisadas.

Los combates callejeros daban comienzo. A las doce treinta -precisa el general Antonio Olea- vi flotar en la cúspide de la Sierpe una bandera tricolor y bajar como a ochenta supervivientes de esa posición que se replegaban a nuestras posiciones. La Sierpe había caído en poder del enemigo, aniquilando a la escasa fuerza que tenía.



Ordené que nuestra artillería batiera a la Sierpe, pero me informaron que las municiones se habían agotado... En vista de que la artillería era ya inútil en la posición, ordené fuera bajada a la plaza...

Como consecuencia, pasadas las doce del día fueron cayendo las posiciones de la Pila, el Grillo y los suburbios del norte de la ciudad. La última fase del combate se desarrolló dentro de la ciudad. Desde las doce del día, infernal ruido se escuchaba, aumentado a cada momento por el horrible estallido de las bombas de mano, el tableteo de las ametralladoras, y la incesante detonación de la fusilería... El siniestro silbar de las balas era permanente y sobresalían los gritos de ¡Viva Villa, hijos de la chingada!



'Entretanto, la artillería hacía certeros disparos sobre la Bufa, que ya no respondía. La gente
de ahí se ponía en movimiento y nuestra infantería iniciaba el acceso al cerro. La gente del sur arreciaba en su empuje; el enemigo huía en carrera desenfrenada hacia la ciudad y los ocupantes del Grillo bajaban a encontrarlos.



Finalmente, el enemigo huía de la Bufa hacia el camino de Guadalupe. El fuego de la artillería había cesado, pero escuchábamos nutrido tiroteo y descargas cerradas en la ciudad misma.



¡Nuestras tropas entraban a sangre y fuego en Zacatecas!

"Por el camino reclutamos algunos dispersos y, con las armas listas para cualquier evento, penetramos a las siete de la tarde a la ciudad todavía alumbrada por los últimos resplandores del sol de un magnífico día de verano. La gente del barrio extremo se asomaba aún temerosas por puertas y ventanas. Pero hacia el centro de la ciudad, donde se escuchaban gritos, tiros, descargas y dianas, la confusión era completa: diez mil hombres, por lo menos, invadían de súbito una ciudad desconocida, cuyas casas tenían puertas y ventanas herméticamente cerradas.

Olía a pólvora y a carne humana.
 A gran distancia se percibían los clarines rebeldes que ordenaban cese al Fuego, cuando una formidable explosión sacudió bruscamente a toda la ciudad. Los federales habían convertido en cuartel de modo especial en depósito de armas, parque y granadas para cañón el Palacio Federal, edificio de cantera labrada de la época colonial y ubicado en el centro de la población, inmediato a la Casa de La Moneda... Dicho edificio fue volado por los mismos federales, causando muchas víctimas entre ambos contendientes, así como muy graves daños materiales en las construcciones vecinas.
 
"Los balcones de hierro forjado de la casona colonial fueron a incrustarse en la papelería del señor Nazario Espinosa de la acera de enfrente, y los cristales emplomados del teatro Calderón estallaron, haciéndose añicos, a resultas de la tremenda sacudida terrestre.

“Los clarines continuaban dando su orden, sólo que ahora más de cerca y con una mayor insistencia; pero los disparos, ya de júbilo, seguían en todas direcciones. "Regresé a unirme con mis ayudantes y vi la cima del Grillo llena ya de infantes nuestros que descendían de derecha a izquierda sobre Zacatecas y también vi que empezaban a entrar tropas nuestras a la Bufa, por la izquierda.

"Ahora, pensé, ya no falta más que la parte final, muy desagradable, de la entrada a la ciudad conquistada, de la muerte de los rezagados enemigos, que se van de este mundo llenos de espanto.

"Eran las seis horas cuarenta y cinco minutos de la tarde; la temperatura era deliciosa; el sol de la gloria, ese día 23 de junio, moría apaciblemente.

"Los federales que, desplazados de sus posiciones, se iban concentrando en la ciudad, pronto se dieron cuenta de que estaban rodeados de enemigos y eran rechazados con enormes pérdidas cada vez que intentaban forzar la salida por distintos rumbos; su número aumentaba al mismo tiempo que se reducía su campo de acción, por lo que aquel denso grupo se volvía progresivamente más vulnerable tanto a las cargas de los atacantes como a los efectos de un pavor colectico y contagioso.

Así lo apreció el general Olea al dirigirse a las calles de la ciudad para encontrarse con esa multitud ingobernable a la que le resultó imposible controlar "Bajamos con los regimientos tercero y veinticinco que habían sufrido pocas bajas.



Serían como cuatrocientos hombres; llegamos a tres cuadras de la estación, encontrando en una plazoleta alargada, en gran confusión, como seiscientos hombres que habían bajado de los diferentes fuertes y atacados por los villistas posesionados de las azoteas y calles adyacentes, los estaban diezmando.

Por más esfuerzos que hicimos no pudimos lograr que hicieran frente al enemigo, pues se había apoderado el pánico de ellos; y acosados por todos lados, en un momento de desesperación, se precipitaron por una callejuela estrecha y en pendiente que conducía a la Bufa arrastrándonos a todos. Y en masa compacta nos llevaron hasta el cruzamiento del camino de la Bufa y el que conduce a Guadalupe.

Los destrozos de los proyectiles enemigos deben haber sido espantosos.
En este lugar hicimos alto El caos en que se desenvolvian los federales era observado con alborozo por los revolucionarios desde sus puestos elevados, seguros del desenlace fatal de la batalla. Por eso, Angeles pudo exclamar con euforia.

La lucha tenía un aspecto completo de victoria próxima; la Bufa y el Grillo hacían débil resistencia... Por todos lados nuestras tropas circundaban al enemigo y lo estrechaban más y más... ¿Por dónde intentará salir? ...Veíamos mucha tropa en el camino de Zacatecas a Guadalupe y nos alegraba verla tan distintamente. "A medida que el tiempo transcurría se veían más soldados, más agrupados y como si trataran de formarse. Luego percibimos una línea delgada de infantería que precedía a los jinetes, estando estos últimos formados en columna densa; ¿qué intentaban? ¿acaso una salida?; pero ¿en ese orden?



"Los vimos avanzar hacia Guadalupe; después retroceder desorganizados, sin distinguir bien a la tropa nuestra que los rechazaba. En seguida se movieron hacia Jerez y retrocedieron. Intentaron después salir por Vetagrande, del lado en donde estábamos y mandamos a los infantes rezagados que estaban con nosotros a cazarlos. 'No tengan miedo, les dije, no han de combatir, van ya de huída, no se trata más que de exterminarlos'. Volvieron a retroceder

"Finalmente nos pareció ver que hacían un último esfuerzo, desesperado, para lograr salir por donde primero lo intentaron, por Guadalupe. Y presenciamos la más completa desorganización.

No los veíamos caer, pero lo adivinábamos. Lo confieso sin rubor, los veía aniquilar en el colmo del regocijo; porque miraba las cosas bajo el punto de vista artístico, del éxito de la labor hecha, de la obra maestra terminada. Y mandé decir al general Villa: 'Ya ganamos, mi general " Y efectivamente, ya la batalla podía darse por terminada, aunque faltaran muchos tiros por dispararse "Por el sur, del lado de los generales Herrera, Chao y Ortega, allá en la casa blanca con su corralón inmenso, se veían los resplandores de los fogonazos del cañón como cardillos de espejos diminutos.



Del Grillo empezaban a descender poco a poco los puntitos negros, rumbo a la ciudad. "Abajo de nosotros, a orillas del camino de Vetagrande, vimos una presa de agua azul, muy limpia, al borde de unas casitas tranquilas. Fuimos a visitarlas a pie, de paseo; la batalla ya no nos inquietaba."

La seguridad que Angeles tenía ya acerca del resultado final favorable para la causa revolucionaria, en vista de la situación correlativa de los contendientes, le permitía desentenderse por unos momentos de la atención a las acciones bélicas y dedicarse a pasear sosegadamente. aún en plena batalla.


Desde su punto de observación, los revolucionarios pueden darse cuenta de que, por el rumbo del norte, "no obstante los desesperados esfuerzos desplegados por los ciudadanos jefes y oficiales para hacer entrar al combate a sus hombres, no les fue posible sostenerse un minuto más..., aquellas masas de tropas huían atropelladamente a través de las calles del centro de la población buscando únicamente la salida para la calzada de Guadalupe; sólo contados elementos entre jefes, oficiales y clases hacían una débil resistencia, puesto que disparaban sus armas al azar durante su desastrosa retirada. La evacuación de la plaza se llevó a efecto en forma por demás desordenada y tumultuosa, puesto que los federales arrojaban armas y equipo durante el trayecto "Por nuestra parte, los efectivos al mando de los generales Pánfilo Natera y Domingo Arrieta, al observar la avalancha de tropas de la federación que huía y se dispersaba a lo largo del cañón de Guadalupe, se entusiasmaron de tal manera que materialmente se abalanzaron sobre los fugitivos, los cuales al mismo tiempo eran diezmados por el fuego de las ametralladoras emplazadas en el panteón nuevo, el cerro del Refugio y las lomas del Sauz..."



Huyendo de la ciudad los federales, "para las seis de la tarde el combate se había generalizado sobre todo en el cañón de Guadalupe cuya calzada se encontraba casi materialmente cubierta de cadáveres de hombres y caballos porque aquello era una horrible carnicería, cuyo pavoroso aspecto era digno de algo sobrenatural, puesto que la gente que lograba huir de la calzada para tomar los llanos y laderas fueron a perecer entre los cerros del Mezteño y Matapulgas...; también el número de prisioneros era numerosísimo..., no nos dábamos abasto para capturarlos y custodiarlos, al grado de que permanecían en el campo bajo su palabra de honor de no fugarse "Todo el resto de la tarde del 23 de junio, toda la noche y aún al día siguiente, todavía se estaban concentrando prisioneros..., el 24 de junio efectuamos un recorrido por la calzada de Guadalupe y sus alrededores,  nos dimos cuenta exacta de la magnitud de tan catastrófica derrota que
jamás hubieran sufrido las tropas federales por que
materialmente se encontraban encimados los cadáveres de hombres y caballos...: calculamos que únicamente en hombres había ahí tendidos más de 4,000."

Según cálculos de Terrones Benítez, "hacierdo un resumen aproximado sobre las bajas sufridas... resultó que al enemigo se le causaron 6,690 muertos, 2, 137 heridos..., más 4,190 prisioneros. Total... que entre dispersos y elementos que lograron escapar llegaban únicamente a la suma de 1,783 hombres más o menos.
"La acumulación de nuestros soldados -observa Ángeles-hacía por todas partes intransitables las calles de la ciudad."  



¡Oh, el camino de Zacatecas a Guadalupe! Una ternura infinita me oprimía el corazón; lo que la víspera me causó tanto regocijo como indicio inequívoco de triunfo, ahora me conmovía hondamente. Los siete kilómetros de carretera entre Zacatecas y Guadalupe, y las regiones próximas de uno y otro lado de esa carretera estaban llenas de cadáveres, al grado de imposibilitar al principio el tránsito de carruajes.

Los cadáveres ahí tendidos eran, por lo menos, los ocho décimos de los federales muertos el día anterior en todo el campo de batalla. ¡ Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron cogidos de leva por ser enemigos de Huerta y, por ende, amigos nuestros!"
La guerra, para nosotros los oficiales llena de encantos, producía infinidad de penas y de desgracias; pero cada quien debe verla según su oficio. Lo que para unos es una calamidad, para los otros es un arte grandioso.

Reginald Kann, corresponsal de l'Ilustration Française comenta, a propósito de la fama que tiene la ciudad de Zacatecas de albergar una plaza inexpugnable, para darnos a conocer sus propias conclusiones que difieren del criterio general:

Desde mi llegada a México había oído hablar de Zacatecas como un lugar casi inexpugnable
A primera vista esto es cierto, pero un examen atento permite constatar la existencia de un gran número de puntos débiles. El defecto más importante de esta llamada fortaleza natural es su dimensión exagerada. Las líneas se extienden sobre una veintena de kilómetros, exigiendo para una resistencia eficaz un enorme ejército apoyado por una reserva capaz de reforzar los puntos más amenazados y contra atacar en el momento oportuno...



En segundo lugar, los principales puntos de apoyo se encontraban demasiado lejos los unos
de los otros para prestarse auxilio. Cada uno debía defenderse con sus propios medios. En fin, la retirada no era posible más que por un solo camino utilizando la cañada que desemboca en Guadalupe. Así,
Zacatecas, lejos de constituir una ciudadela inexpugnable, presenta la fisonomía de una ratonera de las más peligrosas.


"Así termina -reporta Reginald Kann- en menos de ocho horas, este hecho sangriento que se parece menos a las batallas modernas que a las de la antigüedad. Como ellas, presenta dos fases diferentes: proelium, el combate, y caedes, la matanza. El ejército del general Medina Barrón no existía ya; después de la victoria un oficial del estado mayor hacía notar que le será imposible reorganizarlo. 'Al contrario, nada es más fácil replicaba irónico el general Villa; le bastará encabezarlo con nuevos oficiales y conseguir nuevas tropas'.

"Una noche de cielo estrellado, pero oscura, permitía apenas descubrir a cada paso cadáveres de los que nuestros caballos se apartaban con espanto. Los hombres que no habían encontrado alojamiento se acostaban en las bancas de los jardines. En el portal de la plaza Independencia gran número de ellos dormía a pierna suelta alternando con los cadáveres de los vencidos que dormían el sueño eterno. La vida y la muerte se dan la mano en sueño macabro la noche de la victoria, alumbrada tenuemente por la luz de las estrellas cintilantes.



Los vencedores, embriagados con la victoria después de la lucha, llamaban a las puertas con fuertes golpes de culata, disparaban hacia las ventanas y rompían las vidrieras. Los alambres telegráficos y telefónicos yacían por tierra, estorbando el paso. Diversos grupos de hombres se disputaban y arrastraban por las calles los carruajes que habían encontrado o acababan de extraer de las cocheras: era el avance de carruajes. Algunas tiendas eran saqueadas, además, por vencedores que al día siguiente habrían de pagar el robo con la vida (hubo sesenta ejecuciones por saqueo)."
Con la euforia del triunfo, "el día 24 de junio... a las 10 de la mañana, hicieron su entrada triunfal en Zacatecas los ciudadanos generales Francisco Villa, Felipe Ángeles, Maclovio Herrera..., siendo vitoreados por el pueblo zacatecano al igual que el primer jefe don Venustiano Carranza y el general Natera…

"Es completamente falso que los villistas, al apoderarse de la ciudad de Zacatecas, hayan obligado a los ricos' a barrer las calles... por la sencilla razón de que los verdaderamente ricos salieron de la ciudad muy a tiempo.
Los que barrieron las calles de Zacatecas fueron cerca de cincuenta personas, muchas de ellas pobres y las demás de clase media, acusadas de antirrevolucionarias o de huertistas. "Además, un grupo de estudiantes del Instituto de Ciencias denunciado como enemigos de la Revolución por uno de sus propios condiscípulos como venganza escolar, de los cuales sólo a cinco lograron aprehender. -Mi hermano Luis y yo, refiere el licenciado Rafael Enciso Álvarez, del grupito de cinco, los otros tres fueron José Aguilera, estudiante completamente inofensivo, y los hermanos Enrique y Dionisio García, que eran muy pobres.

Fuente: Candelas Villalba (1989) La Batalla de Zacatecas

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